Lo importante con la música de este cantautor es que, en verdad, dice
algo. En estos momentos en que los grupos mexicanos nacen primero con
forma (imagen) y les importa un bledo el fondo (lírica), Cirerol agarra la
guitarra y construye música barrial de espinas largas con letras
impregnadas con olor a calle. Pero en esta ocasión, la propuesta de este
oriundo de Mexicali no se diluye en pop, Indie o alternativo;
sencillamente toma por los cuernos al género urbano y lo abotona con el
espíritu norteño más oscuro del que se tenga memoria. Quien busque
canciones “bonitas” en el sentido lato de la palabra, con Cirerol
simplemente recibirá una cascada de cuerdas vocales grises donde sólo
falta el aliento alcohólico y la ambientación de tugurio de mala muerte
para completar el paquete. Los adornos extras (o “el cagadero” como diría
Cirerol), provienen del desamor, la virulencia social y la carencia de
armonía espiritual.

De Donovan o Cash a al Dylan en su etapa primigenia o de Kristos a Rockdrigo
González, Juan Cirerol pisa la Capital para agregarle otro granito sonoro
de decadencia a la ciudad de la decadencia por excelencia.